"La escritura, la letra, está en lo real, y el significante, en lo simbólico"
Jacques Lacan (Seminario XVIII)

30 de noviembre de 2013

Angustia

¿Cómo se hace
para tolerar
la angustia?

Se escribe, se escribe...

Insisto:                      
                se escribe!

29 de mayo de 2013

Poética Despiadada Libro


Poética Despiadada es un Poemario que intenta transmitir que:

“El cuerpo es una sustancia gozante cosida por la palabra.
 Es materia, es pulsión, es significante.

 El ser hablante tiene un cuerpo.
 El poeta se inventa uno con la artesanía de la letra”






26 de abril de 2013

A tu niño

No pierdas la magia
de niño escondida
tras un giñe de ojos
o una sonrisa.

Si ya eres adulto,
cuidado contigo
que te lleve dentro
para estar consigo.

No tengas miedo
si aparece el niño,
dormido en el cuarto
dejalo salir...

Atiende sus mañas
de chico despierto
guardado en un grande
que se fue a dormir.

6 de abril de 2013

Al amanecer (a la ciudad de La Plata en el 2/abr/13)

Crecí en vos,
y hoy te vi
con la boca abierta
muerta de miedo
ahogada
en tu propio vacío.

Cómo calmar tu angustia...
Caminamos como hormigas
perdidas en tu asfalto.
Todos lloran,
se lloran,
te lloramos.

Recordé
al andar el dolor,
el pincel de mi padre
decorando tus vidrios...
Y estabas...
tan hermosa!!

Hoy te vi, montada sobre el llano,
envuelta en tu río.
Nada alcanza
para calmar la pena de tu gente.
Los que se han ido en ti,
esta noche lluviosa de otoño.

Ni los poetas podemos
drenar tanta locura,
tanto océano,
tanta herida abierta,
embarrada
al despertar esta mañana.

Hoy te vi
así,
y juro que no quería verte.

25 de febrero de 2013

El resto, canta



El resto canta,
                        canta el resto que no es poco.

                        Cuerdas afinadas, sonido de violines...

Trasciende los deseos,

                        las preguntas, las dudas.

Lo real, su recorte,

                        hacen el resto posible.

Caen las palabras, se cuelan las letras

                       algunas se las lleva el propio resto.

El resto canta...

                       allí donde antes había pena,

                       con vocales plásticas al viento.

Es un cantar sublime,

                                       emociona

                                       toca el cuerpo, lo atraviesa.

Lo lírico
                                      procura, hace posible.


                           
¿Mi resto?
                                     ¡Canta,
                                                      qué no es poco!.


Inspirada en la frase de Diana Bellessi, (“Lo que resta, canta” pag. 13) en “La pequeña voz del mundo” Ediciones Taurus. Bs.As. 2011.

24 de diciembre de 2012

Bicho Bolita (no es un cuento para niños)


   Érase una vez un pequeño bicho bolita, que cuando que se encontraba con el otro, y hablo de cualquier otro, sea éste, familiar o desconocido; se enrollaba de tal manera que su cola quedaba enlazada a su cabeza, tanto... tanto... que no podía distinguirse una de la otra.

   Entonces, en esa posición quedaba absolutamente a merced de cualquiera.

   Por lo general ese otro no era un bicho bolita, era un espécimen alto, corpulento, fuerte, con borceguíes para aplastar cascarudos, cucarachas y particularmente, bichos bolita.

   Éste era muy pequeñito, y así dadas las cosas se volvía imperceptible.

   Unos decían “hay miguitas en el piso”, porque lo confundían.

   Otros directamente lo pisaban porque no se daban cuenta de su presencia y si lo alcanzaban a ver, tampoco le daban importancia a su existencia. Es más, para sentirse fuertes y competentes, necesitaban de cierto bicho bolita para pulular por al ambiente de una manera ostentosa.

   El bichito se sentía cada día un poco más bolita cerrada, decía: “qué poca luz que hay aquí”, o también, “zona de poca palabra, es ésta” y así seguía queja tras queja enumerando su relación empobrecida con el otro.

   Pero un día, se topó con alguien que lo rescató del último rincón del piso. Éste, tenía un cartel indicador en la frente que decía me llamo Ana y de apellido Lista.

   Este personaje le tiró agua en el cuerpo, lo hidrató y entonces el Bolita creció un poco,  como cuando llueve, que salen todos juntos a bailar malambo sobre la tierra húmeda, y se hacen un poco más visibles.

   Ana-Lista lo interrogó, lo investigó y lo puso en serios aprietos.

   Y le dijo: ¿Cómo es que usted se queja tanto y dice que es muy chiquitito, pero cuando no le gusta algo del otro se hace bola que incomoda? ¿Es que usted entonces según la circunstancia se hace  boleadora?

   El Bolita quedó dando vueltas como en una calesita, sin punto de tope, como en un camino sin estación terminal.

   Ana-Lista le puso la mano sobre su cabeza y dijo, STOP!!, utilizando su voz más gruesa. El Bolita paró su marcha de repente, con sus ojos bien abiertos y casi sin poder emitir sonido, primero tosió en señal de protesta contra Ana-Lista, y más tarde, cuando le retornó la tenue vocecita, dijo: tiene usted razón mi señora Ana, pues es que cuando el otro se mete en mi intimidad de una forma aplastante, saco mi boleadora o me hago una boleadora y de chiquitito paso a ser bola que arrasa. Claro que cuando eso hago, quedo todo lastimado.

   A continuación, Ana hizo un silencio que penetró hasta en las paredes de los edificios más gruesos.

   Después de ese silencio ruidoso, el Bolita pensó, “me hago el bolita, y me transformo de vez en cuando en boleadora, o soy una bolita y me creo una boleadora”, de cualquier manera, ninguna de esas formas le daba resultado.

   Y recordó la indicación de Ana-Lista que le decía muy seria, “habrá que hacerse cargo de la bola”. “Nos vemos la próxima”.

1 de octubre de 2012

La muñeca (micro-cuento)



Esa mañana salieron de su casa de la mano con un cierto misterio.

Su padre dijo que íban a ir a comprar algo y que esperaba su ayuda para eso. Viajaron hasta el centro. Llegaron a una juguetería, le hizo mirar todas las muñecas que había.
Le dijo que no importaba que fuera cara, que eligiera la que más le gustaba.
Ella no podía creer su gesto, iba a regalarle la muñeca más linda de la vidriera.
Entonces tímidamente, se animó a decidirse por la pelirroja de rulos, tan hermosa que a cualquier niña la hubiera impactado hasta querer poseerla.
Se la marcó con el dedo. Entraron al negocio, él le dijo sonriendo a la empleada, “eligió la colorada que está en la vidriera” La miraba como si estuviera orgulloso de ella.
El paquete era inmenso, al menos para una niña de cuatro años.

Lo colocó bajo su brazo. Tomaron el subte, y ella pensaba en el viaje, cuándo iba a dársela.
Se bajaron, caminaron hasta una casa señorial y tocaron el timbre.
Un conocido de él, abrió la puerta. Detrás de ese señor trajeado estaba su hija, una niñita rubia un poco más grande que ella. El padre tomó el paquete y se lo entregó.

Silenció lo que sintió en aquel momento. Lo dejó guardado, hasta que un día de grande se lo contó a su madre y no le creyó.

Ese fue su primer contacto con la angustia, y no sería el último.